jueves, 30 de diciembre de 2010

Las Siete Vías de la Torá

LAS SIETE VÍAS DE LA TORÁ

Rabí Abraham Abulafia (*)

  
El nombre del Eterno es una torre fortificada, el justo que en él se refugia no lo alcanza ningún daño” (Proverbios 18,10)
La palabra del Señor es infalible, y el escudo de cualquiera que en él espera” (Salmos 1 8,31)


He, He y Yod son las causas de toda causa, es porque el Príncipe las ha bajado hasta la fuente. Que el hombre las tema y tiemblen sus rodillas cuando se encuentre en su presencia. Que se inviertan las fuerzas, que el corazón generoso no se duerma y goce del mundo por venir. He hace subir un vapor parecido al que exhala el fuego del horno. ­¡Amén! ¡­Y que bendito sea su gran Nombre! Exaltad al Señor conmigo, juntos celebraremos su nombre. Pues es el nombre del Eterno que proclamo; rendid homenaje a nuestro Dios. Siete son los ojos del Nombre que dirigen la luz de su Torá. ¡­Tú, que tienes la perfecta inteligencia, levántate y búscalos, y planta Su temor en tu corazón! Tú, que eres inteligente, abre el ojo de tu corazón para ver la Torá verdadera, cuyo nombre es “fuente de verdad”. Inscríbelas en la sangre y que sean prueba y signo. Sem, hermano de Jafet, revela Su misterio. Alabaré al Eterno con todo mi corazón, dentro del círculo de los justos, en la asamblea. La doctrina del Eterno es perfecta, reconforta el alma. El testimonio del Eterno es verídico, Él da la sabiduría al simple. Los preceptos del Eterno son rectos, alegran el corazón. El mandamiento del Eterno es claro, ilumina los ojos.

    Lo primero en hacer es juntar toda la comunidad, tanto al sabio como al ignorante, luego desvelar al primero todo el misterio del ibur y de ocultar al segundo la forma del tabur y dar así a cada uno de ellos lo que les conviene. Se trata de entregar la llave que abre las puertas a unos, y de retirar a los otros lo que detentan. De tal manera que aquél que es digno reciba su parte, conforme a lo que debe retornarle, y que remedie sus flaquezas para que al fin lo que es justo le testimonie en su favor. Al contrario, que la lengua del hombre indigno se pegue a su paladar, pues no ha sabido el valor de lo que tenía; no ha rechazado el yugo de su rey, ni en Egipto ni en Acre; delante de Baal ha doblado la rodilla y a la mentira ha consagrado sus libaciones. En cuanto aquel que se encuentra a medio camino entre estos dos extremos, que se remita a la vía recta, pues, a los ojos de todo hombre debería estar claro que la Torá, llamado “Libro de la Rectitud”, “es un árbol de vida para aquellos que se hacen maestros”, y que “sujetarse a él es asegurarse la felicidad”. Los cabalistas han aprendido del “Libro de Raziel” que la palabra meuchar tiene el mismo valor numérico que la de Israel. Por ella será conocido todo lo que fluye de las vías secretas de los mandamientos, y en ella se religarán deseos, placeres, enseñanzas, pensamientos, creencias y esperanzas. También conviene dar a conocer a los fundadores de escuelas de todos los lugares todo lo que se relaciona a las letras y a las palabras. Estas últimas, en efecto, instruyen sobre lo real bajo todas sus especies -masculino y femenino, singular y plural- y permiten distinguir entre el bien y el mal, entre ideas verdaderas e ideas falsas. Es todo esto lo que revelan las siete vías de la Torá, que contienen todas las ciencias bajo sus setenta faces (o sentidos), selladas por todas las demás lenguas y naciones. Estas cuestiones se abordarán en la carta que sigue, ¡que esto sea para vosotros como un memorial y un precioso depósito!



Tales son las siete vías de la Torá: La primera vía consiste en una lectura y una comprensión literal de la Torá, pues ningún texto escriturario debe separarse de su sentido primero. Es así como la Torá debe presentarse a la multitud del pueblo, hombres, mujeres y niños. Cada uno sabe que todo ser humano, en los primeros tiempos de su existencia, durante su infancia y su primera juventud, forma parte de esta multitud. Por consiguiente, algunos estudian mientras que otros permanecen sin ninguna instrucción ni ningún conocimiento del alfabeto. Sin embargo, es de todos que se dice: el hombre de cabeza hueca puede hacerse inteligente, y dejando de ser un asno salvaje nacer a la dignidad humana. De ahí resulta la obligación de transmitir algún saber mínimo a aquél que permanece iletrado, de manera a inducirlo a creer por tradición, procurando que se mueva en la esfera que le conviene y que es la literalidad, de manera que parezca estar instruido y que se apegue a lo que ha recibido como lo haría aquél que hubiera estudiado el sentido literal de la Torá, con el fin de mantenerlo en los límites de esta primera vía.



La segunda vía consiste en una comprensión del texto apoyándose sobre múltiples interpretaciones, englobando la esfera de la literalidad y envolviéndola por todos lados. Así hacen la Mishná y el Talmud cuando explicitan el sentido literal de la Torá. A ello se refiere, por ejemplo, la circuncisión del corazón. La Torá prescribe, en efecto, circuncidar este órgano, tal como se dice: “y circuncidaréis el prepucio de vuestro corazón”. Literalmente es imposible cumplir nunca este mandamiento; es porque exige una interpretación cuyo principio se encuentra en el hecho que las palabras: “y el Eterno, tu Dios, circuncidará tu corazón” aparecen poco después de que haya sido dicho: “y tu retornarás al Eterno, tu Dios”. Circuncidar su corazón viene a tomar así el camino (y el sentido) de retorno hacia Dios, bendito sea. La circuncisión del niño de ocho días en nada se parece a eso, pues es imposible comprenderla como un arrepentimiento, tal y como se piensa de los incircuncisos de corazón y de la carne. Es porque la circuncisión del recién nacido debe ser tomada necesariamente en sentido estricto, y presenta numerosas ventajas, algunas de las cuales han sido reveladas gracias a Dios.


   La tercera vía consiste en una inteligencia de la Escritura que se apoya en los Drachot -sermón- y en los Hagadoth -relato-. Esta última esfera de interpretación engloba las dos primeras hallándose un ejemplo de este tipo de aproximación en las siguientes palabras de nuestros Maestros (bendita sea su memoria), “¿Porqué no se dice en el segundo día que Dios consideró que su obra era buena?” Porque la creación del mundo acuático no estaba acabada. Exégesis de este tipo pertenecen a la tercera vía; se trata del método del Drach, llamada así porque permite cuestionar el texto y buscar y rebuscar el sentido, y luego exponer en público los resultados. Para nombrar este trabajo de interpretación se ha utilizado también los términos de Agadá o Hagadá, que designan por un lado el Targum -explicación del texto-, que sabe atraer los corazones al recto camino, y por otro los relatos agradables que un auditor escucha ávidamente.


La cuarta vía conduce a la interpretación de las parábolas y las alegorías que se encuentran en todos los libros. Es en ese estadio que algunos individuos empiezan a distinguirse de la muchedumbre. En efecto, el vulgo comprenderá estos pasajes según una u otra de las tres aproximaciones mencionadas: se mantendrá en su significación literal, hará la exégesis o las tomará como drachot. Sólo algunos individuos entenderán que se trata de alegorías y buscarán descifrarlas; intentarán entonces resolver algunos problemas de homonimia de los que el Guía -Maimónides- ha dado clara cuenta.

La quinta vía es la única que lleva a las enseñanzas cabalísticas contenidas en la Torá. Las cuatro vías mencionadas antes de ésta, están abiertas a todas las naciones; el pueblo no tiene acceso más que a las tres primeras; los eruditos a la cuarta. En verdad es con este quinto estadio que comienza la ciencia cabalística propiamente israelita. Y es por esta quinta vía que se distingue de la humanidad en su conjunto, sabios de las naciones y los mismos sabios rabinos de Israel, estos últimos no accediendo sino a las tres primeras esferas mencionadas y a la interpretación alegórica. Es por este camino que se descubre, por ejemplo, lo que la Torá ha querido enseñarnos por el hecho de empezar con una Bet como primera letra (de la palabra) Bereshit -segunda letra, “en el principio”-, más grande que de ordinario. Se aprende por qué veintidós letras mayúsculas aparecen en todo y por todos los veinticuatro libros de la Escritura. Por qué la Het -octava letra, H ó J- de vehará debe presentarse bajo la forma parecida a la letra omega griega; por qué las dos Nun (n) que encuadran los versículos 35 y 36 del capítulo 10 de los “Números” se presentan así: como dos eles curvadas. Muchas otras cosas del mismo género nos han sido transmitidas por Tradición -Cábala-: así como lo que se debe saber de las grafías plenas y deficientes, de las letras enrolladas y las letras encorvadas, etc. De la significación de todo este tipo de cuestiones nada se ha revelado a ninguna nación, si no es a nuestro santo pueblo, y quien sigue la vía de los gentiles se burlará, pues se imaginará que estos problemas de grafía carecen de significado. Se inducen a error y mucho se equivocan quienes comparten este punto de vista. En revancha, quienes han comprendido la realidad de estas cuestiones, han percibido la importancia y comprendido que estos misterios son santos. Esta quinta vía no es más que el comienzo de la ciencia general de la combinación de las letras, y no son dignos sino los que temen al Cielo y reverencian el Nombre de Dios.



La sexta vía es de una profundidad aún mayor, ¿quién sabría seguirla?, pues de ella se dice: “Es más extensa en longitud que la tierra, más vasta que el océano”. No conviene sino a los que se aíslan en su voluntad de aproximarse al Nombre, de manera que su acción sea perceptible en ellos mismos. Se trata de aquellos cuya actividad viene a asociarse a la del Intelecto Agente -Espíritu Santo-. Esta sexta vía lleva el secreto de las setenta lenguas por el método de la Gematría -valor numérico de letras y palabras- y de la combinación de las letras que permite devolver las letras a su materia primera, por una evocación y una meditación sobre la vía de los diez Sefiroth belimá (supraesenciales) cuyo secreto es santo. En efecto, toda cosa santa viene por decena, nunca menos: Moisés ha subido diez veces por lo menos, la Shekinah ha descendido diez veces por lo menos, el mundo ha sido creado en diez palabras, la Torá ha sido dada en diez mandamientos. Esta idea está atestiguada por gran número de otras decenas de este género. Además de la Gematría esta sexta vía recurre a diferentes técnicas: el Notarikon, las permutaciones y sustituciones de letras. Estas últimas pueden operarse una, dos, tres y hasta diez veces consecutivas.Y si uno se detiene ahí no es más que por concesión a la debilidad del pensamiento humano, pues en teoría, estas sustituciones pueden multiplicarse indefinidamente. Ellas se parecen así a las criaturas cuyo número y variedad son infinitos. En efecto, aunque su materia sea una, sus formas varían y se suceden, desapareciendo una para ceder su lugar a otra. El carácter propio de esta sexta vía no se acomoda mucho a la opinión que Abraham ben Ezra expresa en su Comentario de la Torá con respecto de la gematría del nombre de Eliézer. El valor numérico de este nombre, en efecto, es 318; por esta razón hay que aproximarse al siguiente versículo: “Al oír Abram que a su hermano lo habían hecho cautivo, movilizó la tropa de gente nacida en su casa -parientes o fieles- en número de trescientos dieciocho, y persiguió a aquellos hasta Dan”. Allí donde se lee “sus fieles” (o parientes) debe comprenderse “su fiel”, a saber, Eliézer mismo; Ben Ezra rechaza esta exégesis diciendo que la Torá no hace gematría, en cuyo caso sería posible sacar no importa qué de una palabra (lit.: en cuyo caso, se podría hacer de un bien un mal y de un mal un bien). Yo no creo que esta cuestión haya escapado a Ibn Ezra, es muy posible, por contra, que se haya expresado así para ocultar estos misterios; sería legítimo, como decíamos al respecto de las tres primeras vías. En efecto, su libro se dirige al vulgo, aparte de algunos pasajes donde el autor cuida en precisar que se trata de un misterio que sólo el hombre cultivado comprenderá y que sólo, si es digno, discernirá. Me inclino más bien a ver las cosas bajo este ángulo después de consultar el Comentario de Ibn Ezra sobre el Libro de la Creación y del Libro del Nombre. Siguiendo esta vía terrible y reverencial es que, en efecto, se adquiere en parte el conocimiento del Tetragramma -nombre divino inefable-.Y es a ella que alude el Libro de la Creación, el capítulo 20, donde se dice que los elementos fundamentales, las veintidós letras del alfabeto, se reparten en tres letras madres (Alef-Mem-Shin), siete dobles (Beth-Guimel-Daleth-Kaf-Pe-Resh-Tau) y doce simples (He-Vau-Zain-Heth-Teth-Yod-Lamed-Nun-Sameck-Ain-Tsade-Kof), y que estas 22 letras fueron grabadas, talladas, pesadas, permutadas y combinadas de manera que por ellas fueran constituidas las almas de todas las criaturas presentes y por venir.


En cuanto a la séptima vía, es única en su género y contiene todas las demás: ella es el lugar por excelencia de lo sagrado y engloba las otras; aquél que la penetra percibe el Logos divino (la Palabra) que, surgido del Intelecto Agente, viene a afectar la facultad racional del hombre. Este Logos, en efecto, es una sobreabundancia del Nombre (bendito sea) que, pasando por el intermediario del Intelecto Agente, llega a la facultad racional. Así lo ha explicado el maestro (Maimónides, bendita sea su memoria) en el capítulo 36 de la segunda parte de la Guía. Esta vía lleva a la esencia misma de la profecía auténtica, da los medios a una aproximación de la quididad (el qué o el quién) del Nombre único, a este ser único que es el profeta entre los hombres. No conviene aquí describir precisamente esta séptima vía, que es dos veces santa. Pues no es posible transmitir el conocimiento del Nombre de 42 letras y del Nombre de 72 letras a aquél que desea adquirirlo si no es de viva voz, ni de comunicar ninguna tradición de otro modo al respecto, cuando no se tratara más que de principios de base. Es la razón por la cual prefiero ser muy breve sobre este punto, como conviene en este tipo de materias. Tales son las siete vías en las cuales la Torá está toda entera contenida.




(*) Texto extraído de la revista Letra y Espíritu, nº 5, Encarte Editorial. El texto está traducido de “L´epitre des sept voies”, Editions de L´eclat, París, 1985, escrito por Jean Christophe Attias. La traducción al castellano es obra de Manuel Plana.

martes, 28 de diciembre de 2010

Abraham Abulafia

 Abraham Abulafia






                                                      Un zaragozano ignorado

              Abraham Abulafia es uno de los representantes más insignes de la Cábala hebrea. Nacido en Zaragoza a mediados del siglo XIII, concretamente el año 1240, Abulafia pertenece a aquella generación de cabalistas sefardíes que, como Moisés de León –redactor del Zohar–, Gikatilla y Najmánides, entre tantos otros, promovieron la época de mayor auge y esplendor de la Cábala, la que se ha dado en llamar su "edad de oro".
    Abulafia está de actualidad entre los informáticos, por ser el predecesor de los aspectos matemáticos, concretamente combinatorios, de la ciencia de la información. Probablemente sea más conocido por su aparición en el texto de Humberto Eco “El péndulo de Foucault”, en el que además su nombre asigna al ordenador utilizado por los tres investigadores. Este hecho nos puede dar una idea de la importancia que tiene entre los historiadores de la semiología la obra de Abulafia, y Humberto Eco está considerado uno de sus principales teóricos.  
   Abraham Abulafia pasó su juventud en Tudela, en la provincia de Navarra. Su padre le enseño la Biblia y sus comentarios además de gramática y algo de Mishná y Talmud. Cuando cumplió veinte años, movido por su espíritu inquieto  inicia un viaje a Palestina y diversos lugares del Cercano Oriente, viaje que tuvo todas las características de un peregrinaje y un retorno a los orígenes, pues lo emprendió, según él mismo cuenta, para ir a la búsqueda del mítico río Sambation, más allá del cual se decía que moraban las diez tribus perdidas de Israel.
                    Debido a la guerra en Palestina regreso a Europa, permaneciendo en Grecia y en Italia. Ya de vuelta a la península, reside durante un tiempo en Barcelona integrándose en la escuela del chantre Baruj Togarmi, autor de un tratado titulado Las claves para la Cábala. Es este cabalista quien inicia a Abulafia en los misterios del Sefer Yetsirah (el "Libro de la Formación" o de la "Creación"), considerado como el más importante texto cabalístico junto al Zohar y al Bahir. Ese período de instrucción en esta ciudad del antiguo Reino de Aragón sería decisivo para la elaboración de su propio sistema de enseñanza, basado casi enteramente en la cosmología y la metafísica del Yetsirah, muy próximas a las concepciones del neo-platonismo alejandrino y de autores cristianos de la talla de Dionisio Areopagita, San Jerónimo y Scoto Erígena, los cuales influyeron notablemente en los neo-platónicos cristianos de la Edad Media y del Renacimiento.



            Durante su estancia en Barcelona tuvo una experiencia mística y profética relativa al nombre de Dios que le empujó a exponer su doctrina por España y posteriormente por Italia y Grecia, lugares bien comunicados por pertenecer en gran parte al antiguo Reino de Aragón. En el año 1280 inspirado por su propia misión acude a Roma a entrevistarse con el Papa Nicolás III, aunque cuando atravesó las puertas de la ciudad el Papa ya había fallecido, siendo apresado y retenido un mes en el Colegio de los Franciscanos.
 Abulafia viajó por Italia varios años, pero parece ser que permaneció la mayor parte del tiempo en Sicilia, dónde escribió casi todas sus obras.
    De hecho, Abulafia considera al Libro de la Creación y al gran filósofo judío Maimónides como los dos pilares que sostienen toda su obra, una obra escrita en forma de manuales muy didácticos, pues en ellos Abulafia plasmaba sus propias experiencias en el camino del Conocimiento, y sirviendo de complemento a las enseñanzas transmitidas oralmente a sus discípulos. Al contrario de algunos cabalistas, Abulafia no ve ninguna contradicción entre la doctrina de la Cábala y la filosofía de Maimónides, quien llegó a escribir en su famosa Guía de los Perplejos (de la que Abulafia escribió un comentario de carácter esotérico) que sólo el conocimiento de orden metafísico es necesario para asegurar la supervivencia después de la muerte, idea que es conforme a lo expuesto por todas las gnosis tradicionales, incluida la Cábala.


          Partiendo de las enseñanzas del Libro de la Creación, Abulafia establece un método basado en el sistema de combinación de las letras, método que él explica en su obra titulada precisamente Ciencia de la Combinación de las Letras (Hokhmath ha-Tseruf). Como todos los cabalistas, Abulafia concede una importancia capital a las letras del alfabeto hebreo, pues ellas constituyen entidades simbólicas que, como tales, expresan la realidad de los arquetipos, principios e ideas de orden universal. Cada letra, incluida su forma misma, es un esquema simbólico que encierra dentro de sí todo un mundo de significados que han de ser descifrados por el estudioso de la Cábala. Así, por su carácter revelado, la lengua sagrada, y no sólo la hebrea, es un vehículo del Conocimiento, al que manifiesta en tanto que lo simboliza. De ahí que para Abulafia el alfabeto sagrado aparezca como el objeto de estudio y meditación más preciado de que dispone el cabalista para la realización de su proceso interior.



            Uno de los tres procedimientos utilizados en el Tseruf es la ciencia de la gematria(las otras dos son el notarikon y la temurah), ciencia que tiene en cuenta ante todo el valor numérico de las letras, pues en el hebreo, al igual que en otras lenguas tradicionales, las letras son también números. La gematria consiste en hallar la correspondencia entre dos palabras –o dos nombres divinos– cuyos valores numéricos respectivos, resultantes de la suma de sus letras constitutivas, sean idénticos, como es el caso (expuesto por Gikatilla, discípulo de Abulafia) de las palabras Unidad (Ehad) y Amor (Ahabah), ambas de valor numérico 13. Esta identidad numérica permite comprobar que la Unidad de Dios es idéntica a su Amor, es decir, que no están separados y son la misma cosa, pues en verdad el Amor está implícito en la afirmación de la Unidad divina.



             En la Ciencia de la Combinación de las Letras Abulafia compara el método delTseruf con la música, "…porque la oreja entiende los sonidos de diversas combinaciones, de acuerdo con el carácter de la melodía y el instrumento. Así, dos instrumentos diferentes pueden formar una combinación, y si los sonidos se armonizan, la oreja del que escucha percibe una sensación agradable, conociendo su diferencia. Las cuerdas tocadas con la mano derecha o la mano izquierda han vibrado, y su sonido es dulce a la oreja. Y de la oreja la sensación viaja hasta el corazón, y del corazón al bazo (sede de la emoción); la unión de las diferentes melodías produce siempre un nuevo placer. Es imposible que éste se produzca si no es por la combinación de los sonidos, y lo mismo ocurre con la combinación de las letras. Que se toque la primera cuerda, que es comparable a la primera letra, y que se toque enseguida la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta, los diversos sonidos se combinan. Y los misterios que se expresan en estas combinaciones reconfortan el corazón que conoce su Dios y es llenado de una alegría siempre renovada".



   La percepción de la armonía musical (expresión de la armonía cósmica) es semejante a la que experimenta el intelecto cuando comprende las ideas y principios revelados gracias a las permutaciones y combinaciones de las palabras y las letras. Para Abulafia el objetivo del Tseruf –al que considera un medio y no un fin en sí mismo, como todo código simbólico– es liberar al alma de las imágenes mentales que la mantienen sometida al mundo inferior, impidiéndole "... el retorno a su origen, que es uno, sin ninguna dualidad y que comprende la multiplicidad".
          

En su importante estudio sobre las corrientes de la Cábala hebrea, el profesor Gershom Scholem describe perfectamente el pensamiento de Abulafia, y se pregunta: "¿Por qué el alma está, por así decir, sellada? Porque, responde Abulafia, la vida ordinaria de los seres humanos, su percepción del mundo sensible, llena e impregna el espíritu de una multiplicidad de formas y de imágenes perceptibles. Como el espíritu percibe toda clase de objetos naturales groseros y hace entrar esas imágenes en la conciencia, él crea, en razón de su función natural, un cierto modo de existencia que lleva la marca de su finitud. En otros términos, la vida normal del alma está encerrada en los límites determinados por nuestras percepciones naturales y emocionales, y en tanto que esta vida está plena de éstas, ella encuentra extremadamente difícil percibir la existencia de las formas espirituales y de las cosas divinas. Por consiguiente, el problema está en encontrar un camino para ayudar al alma a percibir más allá de las formas de la naturaleza, sin devenir por ello ciega y vencida por la luz divina; la solución es sugerida por este viejo adagio "quien esté lleno de sí mismo no tiene ningún lugar para Dios". 


Todo aquello que ocupa el yo natural del hombre debe o bien desaparecer o bien transformar este yo de manera que se haga transparente a la realidad espiritual interior, donde los contornos le serán perceptibles a través de la concha habitual de la cosas naturales". Esta idea impregna totalmente los Evangelios como vemos en Marcos 8, 34 ,« Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y cargue con su cruz, y sígame». Este camino es seguido y subrayado por las tres doctoras de la Iglesia, una Teresa de Jesús cuando dice: « muero porque no muero», Santa Teresa de Lisieux lo dijo con las palabras: "sólo Jesús es, todo lo demás no es" y que "nuestra misión es olvidarnos de nosotros mismos, para aniquilarnos a nosotros mismos".  También por Catalina de Siena, cuando vemos que su “Diálogo” se establece entre la que «no es» y Jesús el que «es»* . Esta doctrina que se encuentra implícita en la Torá se explica mediante el método de permutación de letras descrito por Abulafia, pues las tres letras que forman la palabra nada  «ayin»,
   (אין) - alef, yod, nun- están también contenidas aunque transliteradas en «ăni» (אני), -alef, nun, yod, - que significa «yo».
*(Vida de Santa Catalina de Siena por San Raimundo de Capua). las palabras que Cristo dijo a Santa Catalina de Siena: "¿sabes hija quién eres y quién soy yo? Si sabes estas dos cosas serás bendecida. Tú eres la que no eres, mientras que Yo soy El que soy. Mantén este conocimiento en tú alma y el Enemigo nunca te engañará y escaparás a todas sus artimañas…"
  

                                Los Nudos del Alma

       El objetivo de los estudios bíblicos,  desarrollados por Abulafia están destinados a transformar el corazón cautivo del hombre y darle un conocimiento que le dará la libertad.    El primer y más importante punto de partida de la concepción espiritual de Abulafia es que estamos sellados, anudados, trabados, y que, por lo tanto, debemos deshacer cada nudo de nuestro ser. La palabra «nudo», kesher (קשר) en hebreo, mediante el método Tseruf se transforma en lo que es: una sheker (שקר) una mentira.   El ser humano, heredero de la chispa divina,  gracias a su mente o séjel, puede, efectivamente, cambiarse, modificar su destino. La idea de Abulafia es que este cambio se da dentro de un nivel subjetivo que también señala el nudo: en efecto, y por su valor numérico, kesher (rwq= 600) equivale a la voz sas ( שש ), regocijo, alegría, gozo espiritual. Sólo que para que tal cosa ocurra los nudos han de cambiar de lugar su sujeción, por cuanto el cuerpo debe constreñirse para que sea el alma la que vuele, en lugar de supeditarse a lo que normalmente ocurre, que el cuerpo se mueve y el alma está quieta, cautiva en su interior.






     El estudio, meditación y práctica en el método del Tseruf y la correspondiente comprensión del significado esotérico del alfabeto sagrado, conduce finalmente a la contemplación extática y al conocimiento de los misterios del sagrado Nombre de Dios, que son los misterios del Ser Universal, arquetipo eterno de toda palabra o lenguaje, así como de todo lo que existe. Para Abulafia ese conocimiento procura lo que él denomina la "visión profética", en la que el “temor de Dios” como principio de la Sabiduria se transforma en amor, pues el hombre, atravesando los diversos niveles de la realidad cósmica y de sí mismo, ha tomado contacto con su principio supra-individual y se ha hecho uno con él. Ese principio universal es lo que Maimónides y los filósofos escolásticos árabes y cristianos herederos de Aristóteles denominaron "intelecto agente", el cual equivale al Intelecto Superior, o Buddhi, de la tradición hindú, y al Ángel de la gnosis islámica de Sohravardî . A la reunión con este «Principio» es a lo que apunta el método del Tseruf  de Abulafia  y así lo afirma cuando señala que el método "nos libera de la prisión de la esfera natural y nos conduce a los límites de la esfera divina". Este método sería entonces como una escala o eje que vertebra el camino que conduce de la tierra al cielo, del mundo de la multiplicidad y del cambio a la Unidad invariable que todo lo comprende en esencia.
         

 Por otro lado, la expresión "desanudar los nudos" que Abulafia emplea para describir ese proceso liberador recuerda evidentemente la "disolución" alquímica, etapa consistente en desembarazarse de las trabas de tipo mental y psicológico que imposibilitan el libre desarrollo de las facultades superiores del ser. En este sentido, y para propiciar la meditación y concentración, en el método del Tseruf empleado por Abulafia se emplean una serie de posturas corporales y técnicas de respiración muy semejantes a las que se practican en el hatha-yoga hindú, lo que ha hecho decir a más de un autor que el sistema de Abulafia es una especie de yoga judaizado. Pero, a decir verdad, se trata de algo que es común a todos los ritos iniciáticos de cualquier tradición, en los que el elemento psico-físico actúa de soporte simbólico para la recepción de la influencia espiritual. Además, esas técnicas y ejercicios rituales van acompañados normalmente de la visualización de diagramas simbólico-geométricos y de la incantación e invocación de los nombres divinos, como es el caso del propio sistema de Abulafia, tal y como él mismo lo explica en otras obras fundamentales como El Libro de la Vida Eterna, Las palabras de la Belleza, Libro de la Letra y, sobre todo, en La luz de la Inteligencia.
        


        A pesar de que sus manuales apenas si sobrepasaron los círculos cabalistas, sin embargo la influencia de Abulafia se extendió más allá de esos círculos, encontrando especial resonancia en el filósofo hermético-cristiano Ramón Llull (contemporáneo suyo), el cual diseñó su Arte Combinatoria basándose, en gran medida, en los métodos del maestro sefardí, y de las enseñanzas de la Cábala en general. Y a través de Ramón Llull, dicha influencia se extendió también a los cabalistas cristianos del Renacimiento, que con frecuencia emplearon el método de la combinación de las letras hebreas siguiendo el modelo del Tseruf. En este sentido, es interesante señalar que Abulafia, después de abandonar España por segunda y definitiva vez, residió durante los últimos años de su vida en Grecia y sobre todo en Italia, en donde formó numerosos grupos cabalistas que continuaron manteniendo sus enseñanzas, y que es muy posible que influyeran (al igual que los judíos expulsados de la Península Ibérica) en la gestación de la Cábala Cristianapromovida precisamente en Italia por Pico de la Mirándola y Juan Reuchlin a finales del siglo XV. Por todo ello, no es aventurado afirmar que Abraham Abulafia esté considerado, junto a Ramón Llull, como uno de los principales precursores de este importante movimiento hermético, a través del cual el esoterismo de Occidente encontró un nuevo impulso revitalizador.




                            Paralelismo con la Basílica del Pilar

                         En la ornamentación de los cimborrios de la  Basílica del Pilar están representados unos signos simbólicos, están formados por 6 líneas alternativamente continuas y discontínuas, son signos de base matemática, representando respectivamente los números  uno y cero. De tal forma que está representado el número 42 en base binaria.
  

                                Este misterioso número lo podemos vincular con Abulafia, pues él siguiendo a Maimónides, comenta que el nombre de Dios con el que se realizó la creación, es el de 42 letras, y que el significado de este número no puede ser transmitido si no es de viva voz,  pues su significado está sellado. Observemos  que las 42 letras que aparecen en círculo en la figura anterior empiezan con la aleph y terminan con la tau, primera y última del alefato hebreo,



correspondientes a la alfa y omega del alfabeto griego. Recordemos que Cristo se llama el alfa y omega, y que para encarnar la "Palabra" se precisaron 42 generaciones, según el evangelio de Mateo
      Mediante las cinco vocales has coronado a Dios como Rey sobre las seis direcciones del Universo: arriba y abajo, con o  ( ﭏ ) e i ( אּ ), derecha e izquierda con a ( אָ ) y e ( אַ), y detrás y delante con u ( אּ ).
 A menudo se escriben las vocales junto con sus letras asociadas: Ao O ( ו ﭏ = 7 ), Aa H (האָ = 6 ), Ae Y (אי  = 11 ), Ai Y (י אּ = 11 ), y Aa U ( וּא = 7 ). Todas ellas Suman 42 en total.
 Por consiguiente, todas las vocales señalan al hecho de que están « en la mano de Dios» ( Beyad, YHVH, ביד יהוה   = 42 ). A esto se alude en el versículo «Caigamos en la mano de Dios porque grandes son sus misericordias, pero no me dejes caer en las manos del hombre» ( 2 Samuel 24: 14 ).
 Su misterio es:
                  Dios  ……………………… אלוה = 42
                  mi Único …………………  יחידי = 42
                  en ellas …………………..     בם = 42
                  mi corazón ……………….    לבי = 42
                  será digno ……………….     יזכה = 42
 Y este misterio es
¡Bastante! ¡Bastante! ¡Bastante! ……. די די די = 42
 Y si, el cielo lo prohíba, al pronunciar esos dos versículos no recibes todavía el influjo divino, la palabra, la visión perceptible de un hombre o cualquier otra visión profética, empieza de nuevo y comienza el tercer versículo.
   Su forma es ésta:
        VaHeVa DaNaYo HeCheShi  ………….. החש דני והו
         EaMeMe NuNuAa NuYoTha ………….  נית ננא עממ
Cuando completes todo el Nombre, recibe de    
el lo que Dios quiera concederte; alaba a Dios y dale gracias.

 

Diagrama hecho con las 42 letras, que según el Zohar, intervinieron el la creación, y la mano de Dios que gematricamente vale 42 en el escrito de Abulafia.

     Un parelelismo que encontramos en la iconología de la Basílica del Pilar con la descripción que hace Abulafia de los siete sellos que son necesarios abrir para entender la escritura, lo encontramos  en una de sus puertas, concretamente en una en que aparece la imagen del «Cordero» recostado sobre el libro de los siete sellos.  
               Semejantemente a los siete sellos del libro de la vida cristiano, Abulafia describe siete etapas o grados de conocimiento de la Toráh, desde la investigación acerca del sentido literal de la palabra hasta la fase de la profecía, Abulafia establece una distinción entre la Cábala profética, que es la sexta etapa, y el santo de los santos del cual aquélla no es más que el preámbulo. Lo esencial de este estadio final, en el que se comprende «el lenguaje que proviene del intelecto activo», no debe ser divulgado aun cuando fuera posible vestirlo de palabras. Pero, como podemos deducir de la interpretación simbólica de la imagen de la virgen del Pilar, en la que el velo es sostenido tanto por la Virgen María
 como por Jesús, y a ellos corresponde el desvelamiento.  
 

               En su obra “Las siete vías de la Torah” comenta: «En cuanto a la séptima vía, es única en su género y contiene todas las demás: ella es el lugar por excelencia de lo sagrado y engloba las otras; aquél que la penetra percibe el Logos divino (la Palabra) que, surgido del Intelecto Agente, viene a afectar la facultad racional del hombre. Este Logos, en efecto, es una sobreabundancia del Nombre (bendito sea) que, pasando por el intermediario del Intelecto Agente, llega a la facultad racional. Así lo ha explicado el maestro (Maimónides, bendita sea su memoria) en el capítulo 36 de la segunda parte dela Guía. Esta vía lleva a la esencia misma de la profecía auténtica, da los medios a una aproximación de la quididad (el qué o el quién) del Nombre único, a este ser único que es el profeta entre los hombres. No conviene aquí describir precisamente esta séptima vía, que es dos veces santa. Pues no es posible transmitir el conocimiento del Nombre de 42 letras y del Nombre de 72 letras a aquél que desea adquirirlo si no es de viva voz, ni de comunicar ninguna tradición de otro modo al respecto, cuando no se tratara más que de principios de base. Es la razón por la cual prefiero ser muy breve sobre este punto, como conviene en este tipo de materias. Tales son las siete vías en las cuales la Torá está toda entera contenida.»
    
  
 Según Abulafia, la Torah es, en un cierto nivel, idéntica al mundo de las formas, o a Dios mismo, de tal forma que no es posible que pueda ocurrir un cambio básico en su naturaleza.  De todas formas la Cábala teosófica y la actitud midráshica en general, conciben a la Torah como una entidad dinámica, cuyos tesoros recónditos revela continuamente el intérprete. El acercamiento teosófico a la Torah y a su lenguaje, en la doctrina de Abulafia, está basada en la idea de que el máximo significado místico está por ser descubierto mediante la libre combinación asociativa de las letras cuyos eslabones están separados para permitir el surgimiento de la nueva combinación. Así la deconstrucción tiene que preceder a la reconstrucción, puesto que la Torah es más un proceso que un ideal estático. Este proceso, parecido al «solve et coagula» alquímico, intenta transcender el  lenguaje de modo tal que se transforma en una serie de combinaciones de letras sin sentido que, siguiendo reglas estrictamente matemáticas, llevarían al místico más allá del estado normal de la conciencia..



Nota: Prácticamente no existen traducciones de la obra de Abraham Abulafia si exceptuamos la publicada por la editorial de l’Éclat, en 1985 titulada: L’Epître de sept voies. En la revista “Letra y espíritu” n° 5, aparece un fragmento traducido y titulado “Las siete vías de la Torá”.  Puede encontrarse un interesante estudio sobre su pensamiento y su obra en:
     Desarrollo histórico e ideas básicas de la Cábala de Gershom Scholem, Ed. Riopiedras, Barcelona, 1994.
   Las grandes tendencias de la mística judia, Gershom Scholem, Ed.Fondo de cultura económica, México, 1996.
     Conceptos básicos del judaísmo, Gershom Scholem, Ed. Trotta, Madrid, 1998.
     Meditación y Cabala, Aryeh Kaplan, Ed. E.D.L., Madrid 2002.          
     L’experience mystique d’Abraham Aboulafia, Moŝhe Idel, Ed. Les Editions du Cerf, Paris, 1989,
     Mesianismo y Misticismo, Moŝhe Idel, Ed. Riopiedras, 1994,
     Cábala y deconstrucción,  Gershom Scholem, Moŝhe Idel  y otos, Ed. Azul, Barcelona, 1999, y también en
      Rabbi Simeon bar Yochai et la Cabbalede Guy Casaril, Ed. Seuil, Paris, 1979.
     Cábala y misticismo judio, Perle Besserman, Ed. Paidós, Barcelona , 1998.
 Cábala, Nuevas Perspectivas, Moshe Idel, E. Siruela, 2005.