viernes, 21 de diciembre de 2012

El Fénix y la Palmera


        En  torno a la Santa Capilla de la Virgen del Pilar de Zaragoza, se  encuentran dieciseis puertas de nogal con 32 símbolos.  En una de ellas se representa una Palmera y un Ave Fénix.   En idioma semítico palmera se escribe con las letras T-M-R,  tav, men, reish.  

                                      
            En el Rashei Tebot o Libro de los Anagramas, Tamar  tiene un significado determinado por ser el acróstico de  «Teshubat maim Rabin», que se traduce por " reunión de muchas aguas ". Siendo la palmera un árbol de zonas desérticas, donde no abunda el agua, se puede inferir su asociación a los dones del Espiritu, "abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de agua en tierra seca" Isaias 41.18-


        La relación con el ave Fénix, se remonta según el asiriologo Allegro, al término sumerio "geshpuimi" que se fue transformándose en phoenix, su significado original seria para este autor "hombre fuerte sosteniendo el cielo", y esto nos lleva a recordar a San Cristóbal, ese gigante llamado anteriormente Offerus, y que cruzando un torrente,  llevando al niño Jesús sobre su espalda, tuvo que arrancar una palmera y utilizarla como cayado,.  para poder sostenerse.   El termino griego "phoinós" se traduce por rojo obscuro, púrpura,color del vino, y estos términos se pueden relacionar con Fenicia, caracterizada por su comercio con púrpura. El término griego phoinós se le hace equivalente a "vinus" y según el filólogo J. Caridad Arias el prefijo  Fen y sus equivalentes se encontraria en los topónimos, Fenussia, Fenicia, Venissa, Venussia, Venecia, etc. Su nombre Egipcio fué Bennu que implicaba la idea de color brillante, y parece relacionarse, según el egiptologo Lefébure, con el nombre asirio bânu, que significa brillante.


En la tradición hebrea, según el Talmud, se insinua que el árbol de la expulsión es la higuera, (ficus carica) TEENÁ, que apenas aliterado queda en TAANÁ, significando placer, pasión, y el árbol de la vida la palmera (phoenix dactylifera).  

  En el siglo IV de nuestra era el poeta griego de Egipto Nono antes de su conversión al cristianismo , escribia en su Himno al Sol: "En tus embalsamados altares , esa sabia milenaria que es el fénix trae llenas de ramas olorosas sus garras de curvadas uñas . Te trae asi el final y el comienzo de una vida que se acaba en si mismo ".  El que el fénix saque de si mismo , y no de otra fuente , su renacimiento a una nueva vida , es lo que hara que el cristianismo escoja al fabuloso pájaro como uno de los mas perfectos emblemas de Cristo resucitado.  

Grabado del Libro de las Maravillas 

 En España se encuentran varias citas al Fénix, como en la versión castellana de los viajes de Juan de Mandevilla, (Sir Jhon Mandeville, siglo XIV ) es decir en su "Libro de las maravillas del mundo",en el que situa la leyenda en Elipo (Heliópolis), y comenta que los capellanes del templo de esta ciudad semejante al de Jerusalen, preparan y ponen sobre el altar espinas y "pidrazufre" y otras cosas de leña que se enciendan ligeramente, llegando el ave, se posa sobre él y batiendo las alas, enciende la hoguera y arde, de sus cenizas surge un gusano que se torna ave y al tercer dia vuela. En la ilutración del propio texto, aparece el fénix con las alas desplegadas sobre un altar ardiendo y un copete de pavo real sobre su cabeza, existe una versión aragonesa  de este libro aunque menos clara. La representación que figura en una de las dieciseis puertas de nogal de la Santa Capilla de la Basilica del Pilar es muy similar a esta ilustración del Libro de las Maravillas.   

domingo, 11 de noviembre de 2012

El nombre es el destino, Nomem est omem


     La onomástica, o ciencia de los nombres, se pueden  estudiar a la luz de sus etimologías o procedencias. Existe un proverbio latino que recoge siglos de coincidencias y sincronías, de casualidades no tan casuales y curiosidades lingüísticas: nomem est omen, el nombre es el destino.  En el seminario de Kábala que impartía Mario Satz, nos comentó sobre este asunto que el hebreo bíblico llama neshamah al alma, término vinculado con neshimah, respiración.   Pues bien, en el interior de esta palabra hallamos la raíz y concepto de shem, nombre, de donde es cierto que alma y nombre, nombre y alma parecen relacionados de modo profundo y substancial.  Neshamah se escribe con las letras nun, shim, men y hei: y shem mediante shim y men. Por la misma razón revelar el nombre propio era inconveniente, pues exponía a su portador a recibir algún daño o sortilegio por parte de una boca a la que no le cayera en gracia.

     La Biblia sostiene que habiendo formado, el Creador, de la tierra, a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo, los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, aceptado finalmente que fuera Adán quien nombrara la realidad plural del mundo. Seguidamente, y para que el hombre no cayera en la omnipotencia, le asignó a Eva la tarea de nombrarlo a él, pues pareciera, según ese mito, que sin ayuda femenina al hombre le faltaran palabras, verbos y adjetivos, o bien no acertara a definir sus propios sentimientos. 
 
 
 











      A la frase de Shakespeare: ´´¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa con cualquier otro nombre tendría el mismo perfume.´´( Romeo y Julieta, II,2, 23 ) habría que completarla diciendo que ese aserto es verdadero para la rosa, pero no para los distintos nombres basados en esa flor con que son llamadas las mujeres en las diversas partes del mundo.  Existen pueblos como los aborígenes australianos, por ejemplo, que creen que uno debería tener tantos nombres en la vida como edades atraviesa, o mejor dicho que cada suceso importante que nos acaece merecería una nueva nominación. Jesús nos muestra la certeza de la libertad cuando dice que ´´ el shabat ha sido creado para el hombre y no el hombre para el shabat´´. Siendo el día sábado el consagrado a Saturno, Saturno-Cronos, Señor del Tiempo, al enfatizar el Nazareno un independencia de criterio no ritual, y por lo tanto la sustancia indeterminada de la realidad, alude indirectamente a que nada hay prefigurado para siempre, a que todo es, de hecho, una proyección del alma del creyente sobre el damero de sus actos.  


 Una independencia del destino astral lo podemos inferir en la historía de Abram de Ur. Este nacido en mesopotamia y su mujer Sarai eran estériles y así estaba impreso en sus cartas astrológicas.  Un día se le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. 
Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. 
  Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 
  He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 
  Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. 
  Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.  En este episódio vemos como se le cambia el nombre; el significado de Abram es el siguiente" AB significa padre y RAM significa alto, excelso",entonces su significado seria literalmente "el padre es excelso ", sin embargo aunque su nombre exaltaba a su padre, el no tenia esa descendencia en su vida,  fue entonces que le cambió el nombre por Abraham que significa "aquel que es padre de multitudes o de muchos pueblos". Entonces, cuando Abram tenía noventa y nueve años, Dios hizo un pacto con él, prometiendo multiplicarle. Así


Dios lo sacó fuera en la noche y le dijo: “Mira al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas; así de numerosa será tu descendencia”. Para marcar el evento, Dios cambió el nombre de Abram a Abraham   y el de Sarai a Sarah. Dios nombró a Sarah específicamente como la que por cuál la promesa sería cumplida. En ese momento Abraham se rió de la absurdidad de un hombre anciano teniendo un hijo y una mujer anciana pariéndolo. Pero Dios prometió un hijo del pacto a través de Sara y ordenó que Abraham le llamara Isaac. El nombre de Saray se compone de Shim, Res, yod; esta yod del nombre estéril se transforma en dos hei, uno se le da a Sarah y el otro a Abraham. La pareja, ahora fecunda, se llamarán   AbraHam  אַבְרָהָם  y SaraH.   ׂה.ר ש Lo que antes se escribía םרבא, Abrâm y שָׂרָי , Sarai.

 
 

jueves, 11 de octubre de 2012

El Corazón de la Creación




     En la tradición hebrea se considera a la Torá como el corazón de la Creación. En hebreo el número 32 se escribe lamed bet que se lee Lev; la palabra hebrea para corazón.

  
        El Sefer Yetzirá, llama al corazón “el rey del alma” y describe la experiencia mística como un “fluir del corazón”.  
 La primera letra de la Torá es “Bet” de Bereshit - En el principio, la última letra de la Torá es la lamed de la palabra Israel. Juntas las dos letras también se leen lev, corazón. Los 32 senderos (formados por las 10 Sefirot o Atributos y las 22 letras del alfabeto), están contenidos en la Torá, que es el medio a través del cual la mente se revela. 

           Sobre esto existe una curiosidad gramatical.
 Las dos letras, lamed y bet comparten también otra distinción única. Como prefijos, lamed significa “a” y bet “en”. Las tres letras del Tetragamaton, yud, hei, vav pueden servir de sufijos de pronombres personales.
 El sufijo yud significa “mi”, Hei significa “ella” y Vav “el”.  De todas las letras solo hay dos a las que dichos sufijos pueden unirse y estas son Lamed y Bet.
 Se forman entonces las palabras
 Li a mi; 
La a ella; 
Lo a el; 
Bi en mí; Ba en ella;
 Bo en él. 
Como vemos, Lamed y Bet son las únicas letras de todo el alfabeto que combinan de este modo con las letras del nombre Divino.


             Cuando los judíos llegaron al Monte Sinaí para recibir la Torá, acamparon como si fueran “ una persona con un solo corazón”. Esa unidad creó el clima espiritual necesario para la entrega de la Torá. En forma similar, se dice que, para tener el mérito de la revelación debemos de nuevo estar unidos como si tuviéramos uno solo.

La doble lamed.
     En hebreo la palabra lev - corazón se escribe lamed, bet. Los Kabalistas señalaron que como numéricamente bet equivale a dos, la palabra puede ser leída como “lamed veces dos” o “dos lamed”.

 La forma de la lamed es una caf con una vav en su parte superior.  Es sorprendente ver que si se ponen dos lamed, una frente a la otra, se obtiene la forma de un corazón, donde las dos vav representan las arterias coronarias. Así podemos decir que leb es “dos lamed “en la forma más literal. Pero aun hay más; la letra lamed también significa “enseñar”.

Así las dos lamed de leb –corazón, simbolizan las enseñanzas contenidas en las “Dos Tablas de la Ley” los Diez Mandamientos – que constituyen el corazón de toda la Torá.




domingo, 19 de agosto de 2012

La circuncisión ritual entre los hebreos



 Brit milah (Circuncisión)

        Es la más antigua de las costumbres judías ya que tiene casi cuatro mil años de existencia. Brit milá significa, “pacto de la palabra o de la circuncisión”. Consiste en la remoción del prepucio mediante un corte circular. Se quita el prepucio (en hebreo: orla)  “Este es Mi pacto que habréis de guardar entre Mí y vosotros, y entre tu simiente después de ti: que sea circuncidado cada varón entre vosotros.

                                                        Silla de Elias

       De edad de ocho días será circuncidado todo varón por vuestras generaciones...   (Génesis XVII: 10 al 14).  

Este es el pacto que selló Dios con Abraham por todas las generaciones que para el judío tiene el carácter de alianza con el Eterno.  
Según Maimónides, el Brit Milá es un símbolo de la noción de sacrificio y la necesidad de dar algo de uno mismo. Desde los primeros días aprendemos que la vida requiere de renunciamientos, de ofrendas, de dolor y de sufrimiento. 

Como hemos señalado, el prepucio en hebreo se llama orla. La literatura jasídica tomó esta imagen como parábola y nos habla de que a veces tenemos orla en el corazón, lo que nos hace insensibles. La teshuvá (arrepentimiento) exige que nos saquemos la orla del corazón. Según el jasidismo, el segundo recubrimiento del corazón sólo se removerá cuando venga el Mashiaj.


Esta operación se realiza en el octavo día desde su nacimiento. Una de las explicaciones para estos 8 dias, es que  uno más siete simboliza la soberanía del Todopoderoso sobre el universo. Además, los tzizit del talit tienen ocho flecos y se encienden ocho velas en Jánuca. Otros opinan que la razón de los ocho días es para que haya vivido por lo menos un Shabat antes o al momento de la circuncisión.  Esta costumbre puede realizarse aún en Shabat y hasta en el Iom Kipur    La ceremonia se realiza en la casa de los padres del bebé, de sus parientes, en un salón o en la sinagoga.  
Participan de la ceremonia el Mohel, el Sandak y los padres. El Sandak (padrino) coloca al niño entre sus piernas, ayudando de este modo al Mohel.  


Una silla permanece vacía, es la dedicada al profeta Elías (Eliahu Hanaví .  El nombrar así al sillón tiene su explicación: el profeta Elías vivía en tiempos del Rey Ajab. Muchos se habían desviado de las enseñanzas y preceptos de la ley de Moisés en aquellos días. En cierta ocasión, menciona el profeta que "los hijos de Israel abandonaron tu pacto". Para que el profeta vea que los judíos no abandonaron el pacto -el Brit- se lo invita a cada ceremonia de circuncisión, llamándose al sillón del sandak "del profeta Elías".


         El prepucio que se recorta se entierra en la tierra de una maceta.    Después de unas oraciones el Mohel dice una Berajá y le coloca un nombre judío al niño, luego bebe vino y le da una gota al recién nacido. Los padres también beben de la misma copa, y el bebé ya circuncidado es devuelto a su madre.

Es una Mitzvá que la ceremonia finalice con una fiesta familiar y social. 

 El Brit milah ,  según la Torá,  se realiza únicamente de día, desde la salida hasta la puesta del sol, tenga el bebe 8 o más días.

La circuncisión de Jesucristo

El evangelista Lucas cuenta cómo se cumplió esta ley a los ocho días del nacimiento de Jesús; en un acto en que también le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido durante el episodio de la anunciación. Lucas dice: “Cuando se hubieron cumplido los ochos días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno". En los evangelios apócrifos como el “Evangelio árabe de la infancia”, se narra cómo tras la circuncisión de Jesús, la matrona de María guardó el prepucio en una jarra de alabastro llena de nardos, un conservante, y se la dio a su hijo, perfumista de profesión pidiéndole que guardase bien la jarra.


Sobre este asunto la Beata Ana Catalina Enmerick nos cuenta: “José preparó en la gruta la lámpara del sábado con las siete mechas; la encendió y colocó debajo de ella una pequeña mesa con los rollos que contenían las oraciones. Bajo esta lámpara celebró el sábado con la Virgen Santísima y la criada de Ana. Se hallaban allí dos pastores, un poco hacia atrás en la gruta, y algunas mujeres esenias. Hoy, antes de la fiesta del sábado, estas mujeres y la sirvienta prepararon los alimen­tos……   Hoy he visto a varias personas que acu­dieron a la Gruta del Pesebre, y por la noche, después de la termina­ción de las fiestas del sábado, vi que las mujeres esenias y la criada de Ana preparaban comida en una choza construida de ramas verdes, que José, con la ayuda de los pastores, había levantado a la entrada de la gruta. Había desocupado la habitación a la entrada de la gruta, tendido colchas en el suelo y arreglado todo como para una fiesta, según le permitía su pobreza. Dispuso así todas las cosas antes del comienzo del sábado, pues el día siguiente era el octavo después del nacimiento de Jesús, cuando debía ser circuncidado de conformidad con el precepto divino. Al caer la tarde José fue a Belén y trajo con­sigo a tres sacerdotes, un anciano, una mujer y una cuidadora para esta ceremonia. Tenía esta un asiento, del que se servía en ocasiones parecidas y una piedra octogonal chata y muy gruesa, que contenía los objetos necesarios. Todo esto fue colocado sobre esteras donde debía tener lugar la circuncisión, es decir en la entrada de la gruta.

                                                     Circuncisión de Barocci en el Louvre

 “Ardían varias lámparas en la gruta. Du­rante la noche se rezó largo tiempo y se entonaron cánticos. La cere­monia de la circuncisión tuvo lugar al amanecer. María estaba preocu­pada e inquieta. Había dispuesto por sí misma los paños destinados a recibir la sangre y a vendar la herida, y los tenía delante, en un plie­gue de su manto. La piedra octogonal fue cubierta por los sacerdotes con dos paños, rojo y blanco, este encima, con oraciones y varias ceremonias. Luego uno de los sacerdotes se apoyó sobre el asiento y la Virgen que se había quedado envuelta en el fondo de la gruta con el Niño Jesús en brazos, se lo entregó a la criada con los paños pre­parados. José lo recibió de manos de la mujer y lo dio a la que había venido con los sacerdotes. Esta mujer colocó al Niño, cubierto con un velo, sobre la cobertura de la piedra octogonal. Recitaron nuevas oraciones. La mujer quitó al Niño sus pañales y lo puso sobre las rodillas del sacerdote que se hallaba sentado. José se inclinó por encima de los hombros del sacerdote y sostuvo al Niño por la parte superior del cuerpo. Dos sacerdotes se arrodillaron a derecha e iz­quierda, teniendo cada uno de ellos uno de sus piececitos, mientras el que realizaba la operación se arrodilló delante del Niño. 


        Descu­brieron la piedra octogonal y levantaron la placa metálica para tener a mano las tres cajas de ungüento; había allí aguas para las heridas. Tanto el mango como la hoja del cuchillo eran de piedra. El mango era pardo y pulido; tenía una ranura por la que se hacía entrar la hoja, de color amarillento, que no me pareció muy filosa. La incisión fue hecha con la punta curva del cuchillo. El sacerdote hizo uso también de la uña cortante de su dedo. Exprimió la sangre de la herida y puso encima el ungüento y otros ingredientes que sacó de las cajas. La cuidadora tomó al Niño y después de haber vendado la herida lo envolvió de nuevo en sus pañales. Esta vez le fueron faja­dos los brazos que antes llevaba libres y le pusieron en torno de la cabeza el velo que lo cubría anteriormente. Después de esto el Niño fue puesto de nuevo sobre la piedra octogonal y recitaron otras oraciones.


El ángel había dicho a José que el Niño debía llamarse Jesús; pero el sacerdote no aceptó al principio ese nombre y por eso se puso a rezar. Vi entonces a un ángel que se le aparecía y le mostraba el nombre de Jesús sobre un cartel parecido al que más tarde estuvo sobre la cruz del Calvario. No sé en realidad si el ángel fue visto por él o por otro sacerdote: lo cierto es que lo vi muy emocionado escri­biendo ese nombre en un pergamino, como impulsado por una ins­piración de lo alto. El Niño Jesús lloró mucho después de la cere­monia de la circuncisión. He visto que José lo tomaba y lo ponía en brazos de María, que se había quedado en el fondo de la gruta con dos mujeres más. María tomó al Niño, llorando, se retiró al fondo donde se hallaba el pesebre, se sentó cubierta con el velo y calmó al Niño dándole el pecho. José le entregó los pañales teñidos en sangre. Se recitaron nuevamente oraciones y se cantaron salmos. La lámpara ardía, aunque había amanecido completamente. Poco después la Virgen se aproximó con el Niño y lo puso en la piedra octogonal. 


Los sacerdotes inclinaron hacia ella sus manos cruzadas sobre la cabeza del Niño, y luego se retiró María con el Niño Jesús. Antes de marcharse los sacerdotes comieron algo en compañía de José y de dos pastores bajo la enramada. Supe después que todos los que ha­bían asistido a la ceremonia eran personas buenas y que los sacerdo­tes se convirtieron y abrazaron la doctrina del Salvador. Entre tanto, durante toda la mañana se distribuyeron regalos a los pobres que acudían a la puerta de la gruta. Mientras duró la ceremonia el asno estuvo atado en sitio aparte.
Hoy pasaron por la puerta unos mendigos sucios y harapientos, llevando envoltorios, procedentes del Valle de los Pastores: parecía que iban a Jerusalén para alguna fiesta. Pidieron limosna con mucha insolencia, profiriendo maldiciones e injurias cerca del pesebre, di­ciendo que José no les daba bastante. No supe quiénes eran, pero me disgustó grandemente su proceder. Durante la noche siguiente he visto al Niño a menudo desvelado a causa de sus dolores, y que llo­raba mucho. María y José lo tomaban en brazos uno después de otro y lo paseaban alrededor de la gruta tratando de calmarlo”.

                              Pila bautismal de pórfido rosa de la Catedral de Magdeburgo

Consideraciones simbólicas

   Me parece encontrar ciertos detalles en esta descripción  que merecen  nuestra atención, me referiré al hecho de ser colocado sobre una piedra octogonal, que esta piedra sea cubierta con dos lienzos uno blanco y otro rojo y que tanto el mango como la hoja del cuchillo fueran de piedra.  
Sobre el hecho de que la piedra sea octogonal nos recuerda, además de los ocho dias preceptivos,  a los baptisterios cristianos tradicionales que tienen ocho lados.  Esta forma octogonal simboliza los "ocho días". Este es el tiempo para la Resurrección de Cristo, que sobrepasa nuestra semana de siete días. Generalmente el número ocho representado por un octógono, simboliza la figura intermedia entre el cuadrado (orden terrestre) y el circulo (orden celeste), por lo tanto es símbolo de regeneración, del paso de lo que es contingente a lo que es eterno.


     Los paños rojo y blanco pudieran hacer alusión a lo que  dicen los profetas parece que identificaban la situación de pecado con el 
color rojo: "así fueren vuestros pecados como la grana, quedarán 
blancos cual la nieve, y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana 
quedarán" (Isaías 1,18).  De alguna manera podría representar, como entre el cuadrado y el círculo,  el paso del hombre de Tierra al hombre del Cielo.


Sobre el asunto del cuchillo de piedra, merece la pena hacer un repaso a su significado y a su pérdida, que independientemente de su practicidad, apreciamos en la actualidad.
     Existen artes y oficios que expresan más la tendencia a la «solidificación», nos referimos a los que implican una actividad que se ejerce sobre el reino mineral. De alguna manera pertenecen propiamente a los pueblos sedentarios, y que, como tales, estaban prohibidos por la ley tradicional de los pueblos nómadas, de la cual la ley hebraica representa el ejemplo más generalmente conocido; es evidente que esas artes alcanzan efectivamente su grado más acentuado en el mineral mismo. Por lo demás, este mineral, bajo su forma más común que es la de la piedra, sirve ante todo para la construcción de edificios estables.   

                                      Cuchillo de silex y mango de asta

      Es obvio que las artes que tienen como objeto el mineral comprenden también la metalurgia bajo todas sus formas; ahora bien, si se observa que, en nuestra época, el metal tiende cada vez más a sustituir a la piedra misma en la construcción, como la piedra había sustituido antaño a la madera, se estará tentado de pensar que debe haber en eso un síntoma característico de una fase más «avanzada» en la marcha descendente del ciclo; y  así vemos que el metal juega un papel siempre creciente en la civilización moderna «industrializada» y «mecanizada», y eso tanto desde el punto de vista destructivo, si se puede decir, como desde el punto de vista constructivo.  


         Estos apuntes concuerdan con la particularidad que encontramos en la tradición hebraica: las piedras estaban permitidas en determinados casos tales como la construcción de un altar, no obstante estaba especificado que esas piedras debían estar «enteras» y «no tocadas por el hierro» (Deuter. 27-5).  La prescripciónn recae menos sobre el hecho de no trabajar la piedra que sobre el de no emplear en ello el metal; así pues, la prohibición concerniente al metal era más rigurosa, sobre todo para todo lo que estaba destinado a un uso más especialmente ritual. Rastros de esta prohibición subsistieron incluso cuando Israel hubo dejado de ser nómada y construyo o hizo construir edificios estables: cuando se edificó el Templo de Jerusalem, «las piedras fueron traídas todas tales como debían ser, de suerte que, al edificar la casa, no se oyó ni martillo, ni hacha, ni ningún útil de hierro» (IReyes. 6-7).   
         Ante esto es  necesario no olvidar que la metalurgia tiene a la vez un aspecto «sagrado» y un aspecto «execrado», y, en el fondo, estos dos aspectos proceden de un doble simbolismo inherente a los metales en sí mismos.
         Podemos suponer que las influencias metálicas, si se las toma por el lado «benéfico» utilizándolas de una manera verdaderamente «ritual» en el sentido más completo de esta palabra, son susceptibles de ser «transmutadas» y «sublimadas», e incluso, entonces, pueden devenir tanto mejor un «soporte» espiritual cuanto que lo que está en el nivel más bajo corresponde, por analogía inversa, a lo que está en el nivel más elevado; todo el simbolismo mineral de la alquimia está fundado en definitiva sobre esto. En este contexto podemos recordar los tres clavos de Cristo, así como la lanza de Longinos.



       Para completar esta apercepción, precisaremos  en referencia  al lado «maléfico» de la influencia de los metales, la prohibición frecuente de llevar sobre sí objetos metálicos durante el cumplimiento de algunos ritos,  y aunque  estas prescripciones tienen ante todo un carácter simbólico,  tienen  también un alcance efectivo. 



    En relación a esto, a la común relación entre el anillo nupcial y el prepucio, como vemos en los testimonios de Santa Catalina de Siena. Podemos seguir con los relatos de Ana Catalina Enmerick; estos no dejan de sorprendernos, pues en otra parte comenta una característica curiosa sobre el anillo nupcial de María en sus desposorios con S. José: “He visto que el anillo nupcial de María no es de oro ni de plata ni de otro metal. Tiene un color sombrío con reflejos cambiantes. No es tampoco un pequeño círculo delgado, sino bastante grueso como un dedo de ancho. Lo vi todo liso, aunque llevaba incrustados pequeños triángulos regulares en los cuales había letras. Vi que estaba bien guardado bajo muchas cerraduras en una hermosa iglesia. Hay personas piadosas que antes de celebrar sus bodas tocan esta reliquia preciosa con sus alianzas matrimoniales.
En estos últimos días he sabido muchos detalles relativos a la historia del anillo nupcial de María; pero no puedo relatarlo en el orden debido.
He visto una fiesta en una ciudad de Italia donde se conserva este anillo. Estaba expuesto en una especie de viril, encima del tabernáculo. Había allí un gran altar embellecido con adornos de plata. Mucha gente llevaba sus anillos para hacerlos tocar en la custodia.




domingo, 22 de abril de 2012

Benedicto XVI en Auschwitz


Benedicto XVI en Auschwitz


   
      Era impresionante ver a Benedicto XVI entrar en solitario en el campo de concentración, avanzar solo, seguido, muchos metros más atrás, por cardenales, obispos, y por el grupo.  Solo, como si tuviera que hacer frente a un enemigo, y los demás, temerosos, se quedaran rezagados. Jesús hacia el Getsemaní, aquella noche.
    Así cruzó la patética placa que preside la entrada al campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz en la que puede leerse en alemán la frase 'Arbeit Macht Frei' (El trabajo os hace libres).  Esto lo hizo el representante de aquel que dice: "y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." (Jn 8:32)


         Solo. Benedicto XVI avanzaba, con sus pasitos frecuentes y rápidos, hacia el lugar-símbolo del Mal, por tercer vez: había estado ya en Auschwitz en 1979 con Juan Pablo II, y luego el año siguiente con los obispos alemanes.  Se puede decir que se movía conociendo bien aquel camino. Una ristra de imágenes se fijan en la memoria: la oración frente al muro de la muerte, el viento quitándole el birrete, la señal de la cruz; las lágrimas de una superviviente, el rostro tenso del Pontífice mientras sube el lamento del Kaddish, la oración por los muertos ante el monumento con las 22 lápidas, el mismo número de letras del alefato con las que se puede representar el símbolo del Holocausto y que recuerdan a todas las víctimas de los campos de Auschwitz-Birkenau.  Justo al rezar sobre la penúltima lápida apareció  el arco iris a sus espaldas, una señal que rubrica su visita, en un cielo preñado de nubes y tempestad.

  
         Las palabras de Benedicto XVI:  «Tomar la palabra en este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia, es casi imposible; y es particularmente difícil y deprimente para un cristiano, para un Papa que proviene de Alemania. En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto? Con esta actitud de silencio nos inclinamos profundamente en nuestro interior ante las innumerables personas que aquí sufrieron y murieron. Sin embargo, este silencio se transforma en petición de perdón y reconciliación, hecha en voz alta, un grito al Dios vivo para que no vuelva a permitir jamás algo semejante». Joseph Ratzinger, como «hijo del pueblo alemán», dijo de sí mismo: «No podía por menos de venir aquí. Debía venir».


            Demasiado denso y rico fue su discurso para tratar de resumirlo: Pero hay un pasaje que quizá establece un momento especial en las relaciones entre judíos y católicos, y que sin duda da una idea especial de cómo entiende el papa Ratzinger la historia y el papel del pueblo judío. «En el fondo, con la aniquilación de este pueblo, esos criminales violentos querían matar a aquel Dios que llamó a Abraham, que hablando en el Sinaí estableció los criterios para orientar a la humanidad, criterios que son válidos para siempre.


      Si este pueblo, simplemente con su existencia, constituye un testimonio de ese Dios que ha hablado al hombre y cuida de él, entonces ese Dios finalmente debía morir, para que el dominio perteneciera sólo al hombre, a ellos mismos, que se consideraban los fuertes que habían sabido apoderarse del mundo. En realidad, con la destrucción de Israel, con la Shoah, querían en último término arrancar también la raíz en la que se basa la fe cristiana, sustituyéndola definitivamente con la fe hecha por sí misma, la fe en el dominio del hombre, del fuerte». "Sí -concluyó el Papa-, tras estas lápidas se esconde el destino de innumerables seres humanos que sacuden nuestra memoria y nuestro corazón. No quieren provocar nuestro odio: al contrario nos demuestran lo terrible que es la acción del odio. Quieren llevar a la razón a reconocer el mal como mal y a rechazarlo; quieren suscitar en nosotros el valor del bien, de la resistencia contra el mal. Quieren llevarnos a los sentimientos que se manifiestan en las palabras que Sófocles pone en los labios de Antígona frente al horror que la circunda: "Estoy aquí no para odiar junto a ti sino para amar junto a ti"


     Escuchando las palabras de Benedicto XVI se tiene la impresión de que las alusiones al exterminio de esos clasificados como “lebensunwertes Leben”, los que tienen una vida indigna de ser vivida, son mucho más actuales de lo que pensamos, y no se refieren solo a la evidente y brutal infamia de hace sesenta años, sino que hablan al Occidente del aborto y de la eutanasia.